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Carta a un doctor

No sí cómo empezar este carta porque la quiero y lo temo, porque desde niño su presencia la vi y sentí unida a la muerte y a la vida, lo he visto tantos veces confundido con el hombre más importante o con el más simple a través de los tiempos, con calor o frío, de noche o de día, andando a pie, a caballo, en bote, en autobús o en auto, devorando kilómetros para llegar a su paciente, llevando solución el dolor del hombre o a la angustia de la familia. Físicamente agotado al tratar de descansar, le ha visto salir de nuevo por la noche para acudir a un niño grave o aun padre de familia accidentado. Siempre sonriente, seguro de sí mismo y de buen humor.

Doctor, cuando me siento en la silla de su consultorio o estoy tendido en una como de hospital, lo quiero humano como hombre, sintiendo lo que yo siento porque somos iguales, sólo que en circunstancias diferentes. Lo quiero humilde con ese humildad que da la sabiduría del hombre que observa, que investigo, analiza y concluye. Con la sensatez del que sabe.

Lo quiero como al maestro que con palabras y ejemplo enseño. Por eso quiero que toque mi alma y me trate como si fuera su propio hermano, su hijo o su padre, sintiendo el dolor que siento y esperando lo que usted esperaría. Comprenda que si exijo tanto es porque la sentencia que dará el final de nuestra entrevista será como la sentencia que de el juez supremo: de vida o muerte.

Comprendo usted la magnitud de ese momento. Por eso lo quiero sencillo, sin poses ni arrogancia, sin hablar complicado, porque una palabra suya mal dicha o mal entendida puede ser más grave o fatal que un bisturí mal conducido. Le pido, por eso también respeto por mi vida, consecuencia en sus actos. Mis secretos y confidencia son sólo para usted y para quien lo necesite para el progreso de la ciencia. Respete mi dignidad de persona.

Doctor sé que sus estudios significaron no sólo dinero sino lo mejor de su vida: La juventud. Significaron privaciones, sacrificios, mucho esfuerzo y voluntad además de capacidad. Pero pienso que si ud. estudió para médico no fue pensando hacerse rico. El dinero pierdo, endurece el alma, envilece. Hay mejores medios para hacer dinero y supongo que como médico jamás pensó en ello: enriquecerse a costa del dolor humano, de la angustia de una familia o del sufrimiento de un pueblo. Sabemos que este inconstante y cambiante mundo gira alrededor del dinero pero no se pierde por ello. La conciencia limpia y el deber cumplido son preces que no tienen valor en monedas. La satisfacción de ver mejorado a su paciente tiene más valor que todo el oro que ud. puede acumular.

Cuando los años declinen más su espalda de tanto acercarse física y espiritualmente a su paciente; cuando su andar se hago pausado y su cabellera sea más blanca, comprenderá mejor que su misión en este mundo fue una de las más bellos y sublimes que puede tener el ser humano, cual es, la de preservar la vida y restituir al hombre a la sociedad.

Gracias doctor y hasta pronto:
Un paciente...


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